THE GUITAR ARMY (2)
En gran parte, la historia de LYNYRD SKYNYRD es la historia de Ronnie Van Zant, un hombre de la piel del diablo, y nunca se ha contado de forma clara. Su ambición y locura le llevó a liderar a su panda de garrulos por la escalera del éxito con toda la furia y manipulación aprendida de su héroe, el general George Patton.
Ronnie Van Zant creció en la parte más dura de la ciudad portuaria de Jacksonville, en Florida; y era el hijo mayor de un boxeador reconvertido en camionero. Fue la firme creencia de su padre, Lacy Van Zant, de que un hombre tiene que saber usar sus puños para sobrevivir, la que moldeó el carácter de su primogénito, al que enseñó a dar directos, ganchos y golpes de todo tipo para causar daño físico a los demás. El entrenamiento le vino bien a Ronnie para manejarse en aquellas implacables calles de Shantytown…
Allí todos eran malos, y a todos les faltaba un tornillo… pero Ronnie era el más malo de todos… (Marion “Sister” Van Zant, madre de Ronnie)
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También aquellas vivencias dieron el tono de lo que iba a ser el resto de su corta vida. Su educación no fue más allá de una efímera estancia en el instituto, de donde le echaron muchísimas veces por peleas, hasta que lo hicieron definitivamente cuando una de estas peleas callejeras trajo consigo una acusación de intento de homicidio contra Ronnie, que finalmente no tuvo mayores consecuencias. Fijaos si esto asentó la base de su vida que solamente en 1975, que podríamos decir que fue el año de sus mayores triunfos profesionales, fue detenido nueve veces por pelearse.
Como la de muchos otros, antes y después que Ronnie, su desesperanzadora vida fue, si no salvada completamente por el rock and roll, al menos sí que fue temporalmente redimida por la música. Y de eso también podemos “culpar” a su padre, porque tenía la costumbre de llevar con él en la cabina del camión a su hijo, con ocho años, en los largos viajes que hacían desde Florida hacia el Norte, y se pasaban horas y horas cantando las canciones que ponían en la radio junto a Hank Williams, Ernest Tubb, Red Foley… “Papá”, le dijo uno de aquellos días Ronney a Lacy; “un día te voy a retirar de trabajar poniéndome a cantar”. Su padre le preguntó si es que quería ser cantante de country. “Voy a seguir la moda”, le contestó. “Y cantaré lo que pongan en la radio”.
Cuando Ronnie fue lo suficientemente mayor como para cumplir su promesa, lo que ponían en la radio era la música de la British Invasion y se sintió muy atraído por los duros y garageros sonidos de los Stones, los Yardbirds y los Kinks. Estas tres bandas sembraron las primeras semillas de las que germinó posteriormente Lynyrd Skynyrd.
El grupo comenzó a formarse de una forma muy apropiada: una tarde, durante un partido de beisbol, una bola bateada por Ronnie se estrelló contra la cabeza de un espectador y le dejó KO. Ayudándole a salir de su inconsciencia fue como Ronnie conoció a Bob Burns, que resultó ser un aspirante a batería, y al que estaba con éste en el partido, Gary Rossington, que resultó ser a su vez un aspirante a guitarrista. El trío estuvo atronando el garaje de Bob hasta que decidieron que necesitaban un guitarrista mejor… y unos amplis más grandes. Fue cuando Gary se acordó de un chaval canijo que vivía en la parte pija del barrio y que podía aportar las dos cosas.
Cuando Allen Collins vio un coche lleno de tipos con pinta de mala follá que se acercaba a él y al notorio matón de Ronnie aullando su nombre, lo primero que hizo fue dar la vuelta en su bici colorá y ponerse a pedalear en dirección contraria con todas las fuerzas que sus piernas de 14 años le podían proporcionar. Como por la calzada no tenía escapatoria, se lanzó con su bici a través del parque cercano donde pasó lo que tenía que pasar: se dio una hostia contra un árbol. Allí le iban a pillar los otros y Allen asumió que le iban a dar una buena paliza, aunque no sabía por qué, quizás porque los otros eran unos protocanis y se supone que es lo que le hacen a los chavales como él… así que se subió al árbol contra el que se había estrellado. Hasta que Ronnie no le amenazó con pegarle de verdad si no se bajaba y se iba con ellos a tocar la guitarra, no descendió de allí.
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Ya eran cuatro. Y con la suma del bajista Larry Jungstrom se convirtieron en una banda que no se decidía a tener un nombre estable y se lo cambiaban casi más veces de las que ensayaban… My Backyard, The Wildcats, The Noble Five, Sons of Satan, The One Percent… hasta que por fin se quedaron con Lynyrd Skynyrd en honor de Leonard Skinner, el profesor de gimnasia que les había expulsado de los entrenamientos de beisbol a causa de sus pelos largos, y para que no se diese cuenta cambiaron las vocales del nombre en la misma forma en que lo habían hecho los Byrds.
Aquella ciudad de Jacksonville era un sitio de paso para multitud de personas; había en ella tres bases navales, una gran fundición, una importante fábrica de cerveza, unos astilleros… una ciudad industrial que necesitaba lugares para el desahogo de los currantes, por lo que era también un cálido caldo de cultivo para los músicos, y la abundancia de conciertos era un imán para los mejores intérpretes del país. En el momento que nos ocupa estaban por allí a la vez los Nightcrawlers, los Maundy Quintet de Don Felder y Bernie Leadon, los Second Coming de Dickie Betts y Berry Oakley, los Mudcrutch de Tom Petty… pero la mejor de todas las bandas de Florida era una que lideraban una pareja de hermanos de Daytona, tan indecisos a la hora de ponerle nombre como los propios Skynyrd. Se llamaron The Escorts, The Allman Joys, Almanac, Hour Glass… la primera vez que los futuros Lynyrd Skynyrd vieron a este grupo de tipos peludos se vieron envueltos en una enorme reyerta, defendiéndolos de los miembros menos tolerantes de la audiencia de aquel concierto. Así fue como consiguieron el profundo agradecimiento de Duanne Allman y de su hermano Gregg. Y el pago que les dieron a cambio fue musical.
Te puedo decir el momento exacto en que comprometimos nuestra vida a la causa de la música. Fue en 1967, cuando vimos a los Allman Joys en Jacksonville. Estaban haciendo canciones muy buenas, pero Gregg estaba demasiado borracho o colocado y no podía ni tocar. Así que Duanne empezó a improvisar, hablando mientras hacía como que afinaba… “hace mucho tiempo, aquel anciano negro tocaba la guitarra…” y tocaba algunos acordes. Estuvo muy enrollado durante mucho tiempo, hablando y tocando acordes de blues y contándole a la gente de dónde provenían. Pero éramos muy pocos los que le prestábamos atención, la mayoría eran marineros gritando “buuuuuu… toca ‘Knock on Wood’…!”, pero nosotros morimos allí con él. Nos enamoramos de él, y de la música. Fue entonces cuando me salí del instituto y dije “Oid, vamos a hacer música y vamos a convertirnos en la mejor banda de rock del mundo. (Gary Rosington)
El punto de inflexión fue la adquisición de un local de ensayo en una granja de las afueras de la ciudad, que aunque no eran más que cuatro paredes prefabricadas y un techo en mitad de unos pastizales para las vacas, se convirtió en el campo de entrenamiento en el que el general Van Zant convirtió a todos sus reclutas en músicos de verdad. A las 7 y media de la mañana los recogía a todos en su viejo camión Chevy y, previa parada en la tienda de donuts donde curraba su madre, para un ligero desayuno, una hora después los tenía a todos ensayando de 8 a 12 horas, si es que no les daban allí las claras del día siguiente. Leon Wilkeson, el bajista que sustituyó a Larry Jungstrom fue uno de los que más sufrió en sus carnes el proceso de aprendizaje:
Ronnie solía decir que el bajo y la batería eran los pilares. Muchas veces, cuando todos se iban, él nos dejaba en el local de ensayo a Bob y a mí, diciéndonos: “Vale, mi última condición es que tenéis que hacer del bajo y la batería un solo instrumento, u os reemplazaré por otros tíos». Así que después de haber estado ensayando 16 horas con toda la banda, teníamos que quedarnos seis horas más solamente bajo y batería. Así fue como conseguimos que todo funcionase tan bien.
Pero no fue solamente la fuerza de voluntad de Ronnie Van Zant la que llevó a que sus sueños musicales se hicieran realidad, sino también que en Allen Collins y en Gary Rossington encontró dos guitarristas que podían hacer a la vez un solo desde cada uno de sus lados y sus dos distintos estilos mezclarse en algo que comenzó a ser una identidad definida, más aún cuando la banda, después de sus primerizas versiones de Stones, Yardbirds, Cream, Hendrix, Credence, Allman Brothers, comenzó a tener un repertorio de canciones originales. Una de ellas fue una canción de amor engañosamente simple llamada “Free bird”, en la que Allen Collins era el único que estaba acreditado como autor, pero cuando Kevin Elson, el técnico de sonido, le hizo escuchar a Ronnie la clasicista intro de piano que había compuesto uno de los pipas del grupo, Billy Powell, que así se llamaba éste, pasó a ser miembro de la banda de pleno derecho y a subirse al escenario en lugar de a montarlo.
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El rodaje ya estaba hecho… en la próxima entrada comenzarán la carrera de verdad…