LA CUARTA VEZ QUE NOS CITAMOS EN SEVILLA
Para no desentonar con los demás años, la “Cita en Sevilla” de 1.987 generó problemas antes de empezar. Como siempre, era el grupo popular del Ayuntamiento el que señalaba cómo invariablemente este certamen era un gasto inútil de dinero de los sevillanos, y la contrapartida era escasa porque la programación siempre era mediocre. Estos golpes al muñeco (léase Bernardo Bueno) comenzaron ya desde febrero, pero además este año el concejal José Luis Montoya, al que ya conocéis del post de la Cita anterior, tenía un nuevo clavo ardiendo al que agarrarse, y éste era el que sujetaba el anuncio del Festival de la Canción Femenina de este año.
Los tres millones de pesetas que el Ayuntamiento había consignado como presupuesto para su celebración le parecían excesivos, habida cuenta de que “cualquier empresa, emisora de radio, asociación de vecinos y entidades de todo tipo organizaban concursos de canción con un desembolso mínimo, ya que se trata de promocionar nuevos valores”. Asímismo se quejaba de la concesión directa de la organización del festival a La Factoría, la empresa de Pive Amador y Pepe Benavides, porque consideraba sospechoso que ésta fuese continuamente tan favorecida por la Delegación de Cultura municipal, y encima se les diese medio millón de pesetas más para “consejeros de selección” y otras doscientas mil más para pagar al jurado que tenía que dilucidar el concurso, y que La Factoría se había ido a buscar a Madrid… “¿es que no hay en Sevilla personas capacitadas para formar parte de este jurado?”.
Este festival femenino, que en realidad necesitaba casi tres meses para su desarrollo (desde la selección previa de participantes hasta la final) fue el único acto que el Ayuntamiento iba a delegar en otras manos para su organización, ya que una de las novedades fundamentales de esta Cita era que la organización iba a correr a cargo exclusivamente del Área de Cultura. La otra gran novedad era el traslado de los conciertos desde el solar de la Maestranza hasta el Prado de San Sebastián, donde se habilitó aproximadamente una parcela y media, con una inversión de treinta millones de pesetas, para crear el auditorio que sería su sede definitiva hasta el último año. Nueve mil personas era el aforo con el que contaba este nuevo auditorio, en el que 1.200 podían estar sentadas en unas gradas construídas al fondo del mismo. La verdad es que este recinto era más seguro y cómodo que el del antiguo solar y el acceso era mucho mejor también. Y como no se iba a desmantelar después de que terminase esta Cita, Bernardo Bueno se lo ofreció públicamente a los promotores que pudiese haber en Sevilla para que lo usasen y continuasen con la labor de organizar más conciertos interesantes durante el resto del año… el pobre iluso no contaba con la respuesta que tuvo unas semanas más tarde.
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El presupuesto de este año para la Cita era de ciento cuarenta millones de pesetas, de los que la Junta de Andalucía aportaría doce, saliendo los restantes de las arcas municipales, que solamente esperaban recuperar unos veinticinco millones por ingresos de taquilla y concesiones. Por lo que ya se contaba con un déficit que sobrepasaría los cien kilos, lo que levantó las iras no ya solo de Alianza Popular, sino también de los democristianos del PDP, que tacharon al alcalde Manuel del Valle de ser el peor promotor de todo el mundo; y de Rojas-Marcos, el candidato andalucista a la alcaldía, al que todo esto le parecía un despropósito. Así y todo ese presupuesto ya se demostró escaso desde primera hora ya que no hubo dinero suficiente para contratar cuatro de las actuaciones que se esperaba que fuesen de las de mayor tirón popular. De salida, nos quedábamos sin ver a Tina Turner, Genesis, Duran Duran y Paco de Lucía. Y para la gran inauguración, que tendría lugar el día 30 de abril, jueves de feria, también causaba baja Alaska, aunque ésta no por cuestión de presupuesto, sino de fechas, y su concierto con Dinarama se pasó al 4 de junio… con lo que nadie contaba es con que también se cayera de ese día, debido a que estaba siendo sometida a tratamiento médico, arrastrando consigo a Germán Coppini, teniendo que ser sustituídos a última hora por los viejos conocidos de la Orquesta Mondragón, que actuaron el día 3. Y no fue la única baja de los anunciados en la programación, el día 14 de junio Miguel Ríos, que andaba muy ocupado con aquel programa de televisión en que tanto colegueaba con todos los demás músicos españoles, “Qué noche la de aquel año”, no pudo o no quiso sacar tiempo para venir y también dejaría su sitio a los Hombres G.
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Y llegó el gran día, que como venía siendo habitual en los dos años anteriores, tuvo lugar durante la feria. Esta vez íbamos a tener un estreno de papel cuché de la mano de Miguel Bosé. Y además iba a ser un concierto muy especial, porque Miguel estaba en Roma rodando la película “El secreto del Sahara”, y como se sentía en deuda con esta ciudad desde que grabó su canción “Sevilla” (hombre, Miguel, que tan mala no era…), hizo un alto en su año sabático musical, y ésta fue su única actuación en directo durante todo el año 1.987… y yo me la perdí, joé… claro que a lo mejor el que viniese por aquí tuvo también mucho que ver con que el Ayuntamiento le ofreciese un contrato por 5.600.000 pesetas, el segundo mayor caché de toda la Cita, solo superado por el de Spandau Ballet. Aún así fue tanta gente que el concierto fue uno de los de mayor éxito económico.
Y aquéllos, precisamente, fueron los siguientes invitados de este año. El jueves siguiente, día 7 de mayo, y a un precio de 1.500 pesetas, que triplicaba, cuando no quintuplicaba, el de las demás actuaciones previstas, podíamos tener acceso al auditorio para disfrutar de la música de Spandau Ballet. A pesar de eso, éste fuese el concierto en el que mayor recaudación se consiguió por taquilla, y el que estableció un récord de asistencia de público que ya no pudo ser batido este año.
Un público el que allí nos juntamos, compuesto por varios miles de personas de ámplio pelaje, que abarcaban un espectro que en una de sus puntas tenía a las chicas histéricas que gritaban a sus ídolos, y en el otro a los que iban como quien va a ver una cabalgata, a ver qué pasa. Y lo que pasó fue bastante previsible. Spandau Ballet no eran malos, eso no, sino que eran vulgares; pero en vez de asumir su vulgaridad con la debida humildad, lo hacían con unos aires de pretensiones artísticas que los convertía en una banda bastante insoportable. Con los años Tony Hadley y Gary Kemp habían aprendido a ser efectistas, y la teatralidad de sus interpretaciones neutralizaba sus limitaciones naturales, por lo que su sonido compacto, unido a la cantidad enorme de voltios con que lo volcaban sobre nosotros, hizo que no fuese del todo desagradable la revisión de su repertorio más conocido, aunque así todo del golpe resultase tan monótono como para pasar más tiempo en las barras que a pie de escenario. Particularmente infumable fue la versión que perpetraron de “All the young dudes”, aunque el entusiasmo que desperaton con ella solo podía deberse a la necesidad de la gente de grandiosidad y sofisticación musical, de la que tan cortitos andábamos por aquí en aquellos años.
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Hubo que esperar otra semana para un nuevo concierto. Esta vez los anunciados eran El Último de la Fila, que tanto nos habían gustado el año anterior, y Martirio, que por fin iba a presentar su primer disco en Sevilla. Como quiera que ésta no nos interesaba demasiado, estuvimos haraganeando por las barras, charlando con unos y con otros… por allí andaban Blas Fernández, Luis Clemente, inmerso en la salida de un nuevo “27 Puñaladas”, Jose Pardo… hacíamos tiempo, entre cervezas, para que pasase Martirio. Pero no contábamos con que éste era su día grande y la habían puesto de figura del cartel; así que en cuanto oímos que lo que comenzaba a sonar en el escenario era “El loco de la calle” tuvimos que apresurarnos todos para encontrar un buen sitio desde el que disfrutar de las demás canciones que Manolo y Quimi fueron desgranando: “Lejos de las leyes”, “Zorro veloz”, “No me acostumbro”… en un concierto que fue más o menos como el del año pasado, pero con mejores medios y mejor sonido para ayudar a vender el disco de “Nuevas mezclas” recién estrenado.
Después Martirio ofreció un espectáculo colorista y lúdico que no llegó a atrapar a todo el mundo, por razones muy diferentes. Los que ya la conocíamos no estábamos demasiado interesados en su propuesta, y los que no, se quedaron estupefactos con aquellos cambios bruscos de estilo; y aunque la mayoría del público se quedaba con ella más extasiado cuando iba del palo de Rosita Ferrer que cuando iba del de Nina Hagen, a medida que avanzaba el concierto se fueron quedando con la “copla” y puede decirse que sus historias sobre “Soy virgen” o “Estoy mala”, llena de frustraciones tan cercanas a todos, hicieron de su concierto un éxito.
Al día siguiente fui a ver a Mecano por inercia más que nada, porque su propuesta musical tampoco me atrajo nunca demasiado. Si no hubiese ido nadie me habría echado de menos, porque este fue el segundo concierto (aunque prácticamente empatado con el de los Spandau) que congregó a más público en toda la cita. En el auditorio del Prado la geisha pequeñita del techno-pop español que era Ana Torroja, se agigantó ante los miles de fans encendidos que tenía delante, y con su extraordinario falsete y su capacidad de transformar el grito en aleteo, que llegaban a todos nosotros perfectamente, porque el sonido fue extraordinario, consiguió protagonizar un concierto irreprochable desde el “Hoy no me puedo levantar”, que ya desde el principio arrancó aplausos tan atronadores que casi cubrían la barrida de golpes de batería electrónica y los sintetizadores. Pero el fairlight de Nacho Cano y las guitarras de José María lograron imponerse al tumulto a golpe de watios, y la gente salió contentísima del espectáculo.
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Y mientras llega el momento de un nuevo concierto, ahora es el momento adecuado de hablar de la respuesta que tuvieron el alcalde y Bernado Bueno por parte de los empresarios sevillanos, ya que ésta se produjo justo al final de esta semana. Cuando se presentó la Cita de este año, Manuel del Valle dijo que el Ayuntamiento tenía que asumir la organización de estas actuaciones porque en Sevilla no había empresarios capaces de hacerlo. Y esto a los empresarios no les sentó nada, pero que nada bien.
Antes de seguir me gustaría aclarar que yo soy el primero que piensa que los que se meten (o nos hemos metido alguna vez) a organizar conciertos no tendrían que depender del Ayuntamiento, porque éste está para otras cosas; y que los Ayuntamientos cuando se meten a empresarios lo hacen por cuestiones espurias la mayoría de las veces, y no se lo piensan demasiado a la hora de pagar a los artistas e intermediarios cantidades excesivas de dinero. Otra cosa es que los Ayuntamientos quieran fomentar la cultura de su ciudad, y es lícito que empleen caudales públicos en ello, pero siempre con medida y de forma consecuente. Y hay que reconocer que en las Citas se sobrepasó esa medida algunas veces.
Pero que ahora nos viniesen los empresarios del ramo, a través del Presidente de su Asociación Provincial de Salas de Fiestas, Discotecas, Tablaos Flamencos y Cafés Teatro, a asegurarnos que aquí hay muchos y muy buenos gestores privados, y que lo que pasa es que el Ayuntamiento nunca ha contado con ellos para organizar conciertos, me parece de una desvergüenza absoluta. ¿Cuándo han traído ellos en todos estos años a alguna figura de talla internacional a actuar en Sevilla…? Y ahora que lo está haciendo el Ayuntamiento dicen que así cualquiera, que con dinero público es fácil hacerlo. Y estamos de acuerdo en ello, y también en que se podría hacer mejor… pero si los profesionales del sector privado que tienen que hacerlo no lo hacen, por lo menos que no pongan chinitas en el camino de los profesionales del sector público.
Es bastante razonable eso que dice el titular del ABC que os he reproducido: que la política de contratación municipal “ha encarecido los cachés de los artistas” (aunque habría que recordar, por ejemplo, que los Kinks vivieron por menos de su caché habitual, y asumiendo riesgos; y que este mismo año algunos de los mejores artistas contratados vienen por el montante de la taquilla que generen), pero me parece patético y ridículo que en su comunicado, los empresarios sevillanos incluyesen un párrafo como éste: “El Ayuntamiento está pagando un precio excesivo por las actuaciones, que sin ningún género de dudas, nuestro empresariado hubiera conseguido más económicos, dadas las relaciones que a nivel profesional mantienen con los artistas tanto nacionales como internacionales”. Y yo me pregunto… ¿dónde estaban todos estos empresarios tan bien relacionados y tan capaces de traernos a estrellas nacionales e internacionales durante todos estos años atrás…? No sé si estaréis de acuerdo conmigo en que su profesionalidad y su imagen estaba ya tan dañada que no fue precisamente el alcalde quien les perjudicó al decir aquellas cosas en la presentación, que era de lo que realmente se quejaban.
El martes 19 de mayo volvió la diversión. Ése fue el día en que se celebró la tercera edición del Festival de la Canción Femenina. Como este año las chicas folklóricas comenzaron a ser mayoría, la selección previa y los ensayos se dividieron en dos locales, el Fun Club para las poppies y las rockers, y la escuela de Adelina Domingo, que estaba también en la Alameda, a pocos metros del Fun, para las copleras. Como el nivel general fue bastante flojito, hubo incluso que reciclar a algunas de las folklóricas hacia terrenos pop para que hubiese algo más de equilibrio, así por ejemplo, Mari Carmen Rodriguez, una de las chicas más jóvenes, que venía cantando por la Pantoja, acabó haciéndolo por Madonna. Desgraciadamente de este festival no se conservan grabaciones porque nadie se preocupó de pedirlas, así que no podemos poner el «Dress you up» de Madonna, que fue la canción que interpretó, pero como a los pocos meses ya se había convertido al soul sí que podemos rescatar esta otra grabación de octubre, cuando algunas de las chicas repitieron actuación en la Plaza de la Alianza, en otro festival organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. El problema es que los zapatos de Aretha le venían tan grandes como el sujetador de punteras de Madonna.
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Ella no ganó, claro; la triunfadora de la edición de este año fue Antonia de Miguel, que hizo una interpretación del clásico “Parole”. En el curriculum de Antonia se podían leer las mágicas palabras «profesora de aerobic», lo que le proporcionó buenos trucos para mantener la respiración mientras cantaba y bailaba. Precisamente la voz habría de convertirse en su principal instrumento, pues hoy en día dirige su propia escuela de doblaje. Su increíble voz le ha permitido ganarse la vida poniéndola al servicio de toda clase de locuciones en audios divulgativos y publicitarios y en radio y televisión. Su cara no la hemos vuelto a ver, pero su voz en off la hemos oído incontables veces en muchos programas de Canal Sur. En cuanto pase la Semana Santa, si quieres, tú mismo puedes apuntarte a un curso de locución que impartirá ella; la información la tienes aquí. Y no fue éste el único momento triunfal de Antonia, porque apenas un mes y medio después, el 4 de julio, participó también en el Festival de la Canción Andaluza que se celebró en el castillo árabe de Salobreña , y también ganó, con “Solo me quedas tú”, una suave baladita-rock compuesta por el sevillano Juan Manuel Guerra. La grabación que puedes oír de su «Parole» fue la que interpretó en el Festival siguiente, al que asistió para dar el relevo a la nueva triunfadora.
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De la que no hemos vuelto a saber nada fue de la chica que quedó en segunda posición con el “Tengo miedo”, que era María del Valle García. Al contrario que ocurrió con la que consiguió el tercer premio, Inma Trujillo, que interpretó “El hombre del piano” de Billy Joel, pero según la visión que le daba Ana Belén.
Inma también pasó por Canal Sur, pero a ella sí podíamos verle la cara porque la ficharon de presentadora (en la foto de arriba, del programa de fin de año del 2.000, ella es la de la derecha). E incluso pudimos verle algo más que la cara porque también posó muy ligerita de ropa para un anuncio de Renault que la colocó en las vallas publicitarias de toda España. Resultó un poco chocante verla así teniendo en cuenta que a los ensayos del festival venía acompañada por un padre sobreprotector, que además era Inspector de la Policía Nacional y, como muchos de los asiduos al local pudieron comprobar, se llevaba consigo la pistola reglamentaria al salir del trabajo en la comisaría de la Gavidia… por ese motivo desde unos minutos antes los músicos se pasaban por los servicios a desprenderse de sustancias extrañas y el aire acondicionado se ponía a tope para difuminar el peculiar olor de la grifa. Huelga decir que todos los musicos se comportaron como profesionales, lo que le valdría a la chica quedar clasificada en esa tercera posición y donar su premio a una organización de caridad.
Para que la oigáis cantar tenemos una de las canciones de la maqueta que grabó en sus tiempos de Canal Sur con Juan Carlos Calderón, y que prácticamente es un estreno porque pasó, justificadamente, sin pena ni gloria.
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Otra participante ilustre de aquella edición era una chica de la Rock School de los hermanos Genil, que venía al frente de un grupo de cinco adolescentes de San Jerónimo que se llamaban BB-57. A pesar de que como os he dicho eran del entorno heavy de Storm, y de que incluso habían colaborado con sus epígonos de Cadena Perpetua, en el festival acabaron haciendo duduá de los Tennessee (sí, esos que tenían un cantante en silla de ruedas), interpretando “Prueba con mi amor”. Esta chica que os digo era Eva Rubio, pero todos vosotros la recordaréis mucho mejor con el nombre de “Marfario”, que era como se llamaba la brujita a la que encarnaba en la primera época del programa infantil de “La Banda del Sur” que tanto éxito tuvo entre los niños que lo veían en Canal Sur. Después se dedicó al teatro y fue, por ejemplo, la Yerma del “Yerma Máter” de Salvador Távora.
En la grabación que tenemos, del festival de octubre, iban compañadas por Baldomero Torre y sus Cuchillos Afilados, pero el experimento no cuajó mucho más allá.
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Y también en la edición de este año fue en la que participó Adriana Canaval, con el “You know that I love you” de Santana, que todos sus amigos de la primera fila despidieron al grito de “esto es canaval, esto es canaval…”. Adriana apareció hace poco en los comentarios de este blog dejandonos algunos de sus recuerdos:
El “Parole” ya apuntaba como ganadora en los ensayos y creo que estaba a un nivel muy superior que el resto de las participantes. La mayoría de nosotras (me incluyo) éramos muy crías y probablemente participando más como un juego que con una verdadera vocación y afán de vocalistas. En cualquier caso fue una buena experiencia y nos lo pasamos bien. Recuerdo la guitarra de Juanjo Pizarro y cómo aprendía de oído todas las canciones… era alucinante. Y también recuerdo a Pive Amador todo el día organizando y dando consejos en los ensayos del Fun Club. Estaría bien organizar algo para quedar todas las participantes de los festivales, la mayoría de nosotras no vivimos de la música seguro…
Y ya que ella nos recuerda a Juanjo Pizarro, os diré que este año, como era habitual, la base de la banda que acompañaba a las chicas era el grupo de Silvio, y en la guitarra, además de Juanjo estaba el Pájaro, Miguelito era el bajista, y la anterior ganadora, Emilia Pinzón, se sumó a los coros. Hubo dos novedades importantes, la primera es que Pive se dedicó por completo a las tareas organizativas y dejó la batería en manos de Antoñito Smash. Y Manuel Marinelli, que había sido el teclista la vez anterior fue sustituido en esta ocasión por Marcos Mantero, al que todos conocéis por ser uno de los músicos del grupo Imán, y que en aquel año andaba de nuevo por Sevilla, recién aterrizado de su exilio madrileño, debido a que Alaska y Dinarama acababa de hacer su primera remodelación y él se quedó en el paro.
Al principio del post os hablaba del monumental enfado que pillaron los ediles del grupo popular porque se trajo a gente de Madrid para formar parte del jurado. No recuerdo muy bien quienes fueron los miembros pero sí que el presidente del jurado fue Diego A. Manrique, un periodista con el suficiente prestigio como para no ponerle ningún tipo de pegas, que nada más levantar el brazo y declarar ganadora a Antonia de Miguel, desapareció en la noche del brazo de Delia, la pintora que habitualmente presentaba el Festival, y que este año también lo hizo, junto a Carlos «Baldomero» Nuñez. De todas formas sí que hubo sevillanos en ese jurado: dos periodistas y un señor del Ayuntamiento. Otros años hubo más representación municipal, pero este año, posiblemente por alguna consigna del propio Ayuntamiento, se quedó fuera alguno de los ediles… y dicen las malas lenguas que lo que realmente cabreó a los concejales del grupo popular fue eso; no que viniese algún madrileño a formar parte del jurado, sino que viniese a quitarle el sitio (y la diversión) a alguno de ellos.
Y dos días después, el jueves 21, se volvió a formar el inevitable follón de todos los años en la puerta del recinto. Esta vez fue en el concierto múltiple de Circulo Vicioso, Los Toreros Muertos, Dogo y Los Mercenarios, Silvio y Sacramento y Los Amos del Mundo. Se habían puesto a la venta solamente seis mil quinientas entradas, que se agotaron pronto en la venta anticipada, así que la noche del concierto se presentaron allí, además de todos los que venían con una de ellas, otros tres mil tíos más, a los que la falta de más entradas para vender no le quitó ni un poquito de las ganas que tenían por entrar. Así que el ambiente se fue caldeando por momentos… hasta que se produjo la avalancha.
Habéis leído bien el titular de aquí arriba: seis policías nacionales heridos en el transcurso de los altercados que se produjeron en la entrada del concierto. Los de fuera probaron para entrar todos los medios que se te puedan ocurrir, intentaron forzar las puertas, saltar las vallas, meterse todos a mogollón, e incluso un método más creativo que es posible que no te creas siquiera. Quizás recuerdes que el auditorio era una construcción efímera, por lo que sus paredes eran prefabricadas y no tenían cimentación ni nada, y que el suelo del Prado no era muy duro; eso hizo que algunos de los que intentaban entrar excavasen junto a una de las paredes un agujero a modo de pequeño túnel para pasar al interior… y el caso es que la cosa les estaba funcionando bien, hasta que intentó entrar el rockero más gordo de la reunión, y el pobre chaval se quedó atorado en mitad de aquello sin forma alguna de salir p’alante ni p’atrás, e impidiendo que entrase nadie más. A él tuvieron que venir los bomberos a sacarlo de allí.
A todos estos hechos, la policía respondió cargando contra la gente y disparándoles balas de goma, a lo que los presentes respondieron lanzándoles a ellos piedras y litronas. Durante la media hora aproximada que duró todo aquello fue cuando se produjeron las heridas de los polis, todas ellas de carácter leve, y también la detención de cinco de los alborotadores, que fueron puestos en libertad pocas horas después.
El concierto de esta noche se llamó Festival de Rock Andaluz (o algo parecido), aunque en realidad cuatro de los cinco grupos eran sevillanos y el otro, aunque comandado por un gaditano crecido en Sevilla, era más bien de Madrid. Lo que estaba claro es que nadie quería tocar detrás de Silvio, pero hubo discusiones subidas de tono sobre quien tenía que abrirlo, ya que no se ponían de acuerdo los representantes de los dos grupos sevillanos que menos tablas tenían… se ve que los que menos levantaron la voz fueron los de Los Amos del Mundo. Abrieron ellos, que andaban ya por su segunda encarnación, desde que Paco Alejo dejase Spray Naranja y se embarcase en este proyecto, ahora con Fernando Perea, Julián Díez, Juan Valle y Francis Romo, y estrenaron algunas de las canciones del disco (el segundo en menos de un año) que editarían poco después, que fue “Asesinando ternuras”. Sus conciertos siempre fueron algo controvertidos, y éste no iba a ser menos, porque el glamour que despedían atraía y repelía a partes iguales. El sonido que desplegaban sí que era de lo mejor que se podía oír por entonces en esta ciudad, y la voz de Juan Valle, a pesar de ser un cantante principiante, era poderosa y sabía sobresalir por encima de las notas que trenzaban los dos guitarras… pero su pop era tan ampuloso como lo que el propio nombre de la banda dejaba entrever.
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Dos deslumbrantes años de vida tenían ya Dogo y los Mercenarios cuando se subieron al escenario del Prado para echar chispas en un concierto de una intensidad inusitada, lleno de referencias a cómo te mata la ciudad, y a los personajes que viven en su noche. De Dogo se dijo que era uno de los animales escénicos más creíbles a este lado de Iggy Pop, y aquel concierto lo demostrtó de manera palpable. También ellos presentaban el disco que tenían listo para editar, «Llueve en Sevilla», del que se habían pasado varios meses ensayando sus canciones en el Fun Club una vez que habían terminado las chicas del festival femenino, asentados ya con la banda definitiva, en la que además del Dogo estaban Juanjo, a la guitarra; Miguelito, al bajo; y el Cucharín, a la batería, que aquí instauró la costumbre de llevarse a los conciertos a su novia y a su suegra, la que junto a la madre de Silvio componían esta noche en el backstage una proporción extraña de pensionistas, para consternación de más de uno, que no veía la forma de deshacerse de este público para proceder al escancio de sustancias ilegales.
Círculo Vicioso seguían siendo la promesa del rock sevillano, y ése era el problema, que llevaban ya demasiado tiempo siéndola y no terminaban de fraguar en esa gran esperanza que se tenía en ellos. La crónica de este concierto podría ser la misma que la que escribí del que hicieron en la Cita anterior. Solo fue cuestión de tiempo que se les apagase la aureola de estrellas. Antes de subir, José María Sagrista sufría de su condición de «mandamás» del grupo, intentando en vano concentrar a su banda para que no subiesen a escena demasiado desmadrados, porque su batería, Nacho, andaba compartiendo golferío con algún que otro Mercenario, celebrando la buena actuación de éstos.
Y Silvio volvía a su habitual aparición de la Cita. Junto a Sacramento, esta noche era el estreno más o menos oficial de su disco “Fantasía Occidental” , ya con todas las canciones que conocíamos… “Betis”, “Chorla”… con una carta de naturaleza apropiada. A las tantas de la mañana Silvio no estaba para muchos estrenos, y aunque la banda comenzó atacando el “Rezaré”, enseguida tuvo que cambiar de rumbo porque Silvio, genio y figura, lo que se había puesto a cantar era aquello de que “chi non lavora non fa l’amore”. Cuando encauzaron de nuevo la canción fueron el Pive y Emilia Pinzón quienes tuvieron que ir cantando la letra, y a partir de ahí… pero realmente fue un buen concierto, como todos los que Silvio daba en las Citas. Para que las canciones saliesen lo mejor posible, ya que, como os he dicho, era la puesta de largo del disco, y era imposible que Silvio se aprendiese las letras, le colocaron delante del micro un papel con las de «Rezaré» y «La Pura Concepción», que eran las más difíciles. El papel acabó a las primeras de cambio hecho un guiñapo, y Silvio lo convirtió en una bola que salió disparada hacia el público con un libre directo digno del Juanito Arza que mencionaba en su «versión» de «Betis». De ahí el kafkiano comienzo del concierto por Celentano.
Con Pablo Carbonell al frente, Los Toreros Muertos ofrecieron una fiesta de diversión, de la que salieron muy airosos a pesar del mal trago que supone cerrar un concierto detrás de Silvio. Conjugando textos desquiciados y sonidos nocturnos, montaban todo un disparate vitalista a base de canciones que relatan historias absurdas, enredos inverosímiles y situaciones patéticas. A la diversión por medio del absurdo. Cerraron con un remake del “Para ti” del que no sé que hubiese pensado El Zurdo si lo hubiese oído. Llegaron poco antes de que les tocase su turno y se fueron casi nada más terminar su actuación, por lo que sus tres componentes (Pablo más el bajista Many Moure y el teclista Guillermo Piccolini, gallego el primero y argentino el segundo) apenas anduvieron por el divertido backstage, porque Pablo estuvo enseñando Sevilla antes y después a sus dos compañeros. Pero Many sí que encontró un rato para revivir con Pive y Silvio las experiencias de cuando la grabación del primer disco de éste con Luzbel, aquel «Al este del edén» de siete años antes. Entonces Many fue convocado de urgencia a los estudios RCA de Madrid cuando Silvio se quedó sin banda en su pretensión de grabar aquella extraña fusión que hoy conocemos por «Puerta España», y Many tuvo que improvisar el bajo, acompañado sólo por las percusiones de Tito Duarte y la guitarra santanera de Pedro Mauricio.
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El 27 de mayo tocaba noche de jazz. Y merecía la pena asistir aunque solo fuese para ver de cerca al mítico atleta Carl Lewis, que era amigo de algunos de los componentes del Modern Jazz Quartet que actuaba esa noche, y había abandonado su residencia provisional en un chalet que le pusieron entre Guillena y Alcalá del Río para acudir al Prado a verlos. Carl Lewis estaba en Sevilla porque participaba en el Gran Premio de Atletismo que se celebraba en nuestra ciudad, en el antiguo estadio de Chapina, que ya no existe (de hecho éste fue el último premio de atletismo que se disputó allí) porque por el lugar en el que estaba vuelve ahora a pasar uno de los brazos del río. No es nada musical ni relacionado con la “Cita en Sevilla”, pero está bien recordar que la carrera de 100 metros que se corrió aquí ese año ha sido una de las más disputadas de la historia, y al final Carl Lewis la perdió con Ben Johnson solamente por una centésima de segundo, aunque Carl no estaba de acuerdo y se quejaba porque decía que la foto-finish demostraba que la carrera la había ganado él. No reconoció nunca su derrota.
El Modern Jazz Quartet nunca me atrajo demasiado con su música, el repertorio tan clásico que siempre manejaban, interpretado con esas percusiones tan suaves, nunca me llegó del todo. Aquí llegaron como una de sus paradas en la gira del 35 aniversario que estaban haciendo y pudimos escuchar “Summertime”, “Django” o “Echoes”, que era la que más me gustaba. Esta banda es también muestra muy clara de como ha pasado el tiempo desde aquello… sus cuatro componentes ya han fallecido.
A los que tocaron antes, los Newport Jazz Festival All Star, la verdad es que no les hice ni caso, y con el tiempo me arrepentí de mi indiferencia hacia ellos, porque años más tarde me enteré que uno de los músicos que había encima del escenario era Warren Vaché, uno de los mejores trompetistas blancos de la historia del jazz; él fue, por ejemplo, el que enseñó a tocar la trompeta a Richard Gere para el papel que hizo en “Cotton Club”.
Pero el aburrimiento de esta noche se tornó en pura diversión la siguiente; el jueves, día 28, los que subían al escenario eran Os Resentidos y Siniestro Total. Galicia al poder. Anton Reixa y su banda de Resentidos pusieron caliente la noche con los rítmos caribeños, afros y soul que poblaban su tercer disco, “Música doméstica”, que es el que estaban presentando aquí, y a pesar de que ya estaba la luna fuera, lograron que hiciese “un sol de carallo”.
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Y después, todo fue salir los Siniestro y la gente comenzar a dar botes. Ahí empezó el espectáculo de punk rústico-industrial que elaboraban a base de canciones cortas y a toda leche. Con los Siniestro Total la diversión siempre me ha parecido que está más en la gente que les mira que en ellos. Como músicos ya habían aprendido a tocar mucho mejor, pero las voces seguían siendo igual de imperfectas y de incorrectas, y como además ellos siempre estaban tan quietos como si tuviesen un palo metido por el culo, y ni gesticulaban, ni se movían para un lado u otro, ni nada, en realidad es el público el que se tiene que montar el espectáculo, y la banda parece la que les mira a ellos. Eso sí, aportando una banda sonora de lo más divertida.
La siguiente noche de concierto tuvo lugar el martes 2 de junio y estuvo dedicada al blues, también en sesión doble. Los primeros en subir fueron Buddy Guy y Junior Wells con su Chicago Blues Band, en la que sobresalía un saxofonista genial que nos puso a todos a gritar con el solo improvisado que se marcó en mitad del “Miss you” de los Stones. Buddy demostró porqué es uno de los guitarristas seminales del blues, aunque esta noche anduvo bastante reservón y dejó que se convirtiese en el centro de atención el armonicista Junior Wells. Su forma de tocar estuvo llena de guiños y se conjuntó perfectamente con la guitarra de Buddy a la hora de hacer dúos, réplicas y contrarréplicas. Terminaron su actuación dejando que el blues de más esencia se convirtiese en rhytm & blues a través de una rendición del “I got you” que el año anterior habíamos oído también en la Cita a cargo de su autor original, James Brown.
Lo de Johnny Copeland fue más aburrido; abusó hasta la extenuación de su “Copeland Special” y terminó por cansarme con sus reiteraciones. Me pasé junto a la barra una gran parte de su concierto lleno de boggies fáciles y de los numeritos de su teclista, el unico músico blanco que llevaba en la banda, y que debía creerse Jerry Lee Lewis o algo por el estilo. Cuando nos preguntó desde el escenario si teníamos ganas de fiesta, la gente que le entendió le gritó que sí, por lo que Johnny les incitó a bailar y dar palmadas, pero para entonces yo ya tenía las manos ocupadas con mi vaso de cerveza.
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El día siguiente me permití un descanso. Era el turno de la Orquesta Mondragón, pero el histrionismo exagerado de Gurruchaga, unido a que su propuesta actual era aquella tan vomitiva de las mujeres muy muy gordas, me había apartado ya por completo de ellos. De todas formas en esa misma semana habría otra oportunidad de verlos, y además gratis, porque el lunes 8 iban a abrir el mitin que Izquierda Unida daba en la Plaza de España. Aunque también la desaproveché. De todas formas, en el concierto de la Cita de este año, la Orquesta Mondragón volvió a conseguir un lleno absoluto.
Hasta el miércoles 10 de junio no volvimos a tener nuevo concierto, y en sesión doble también. Primero salieron los Dulce Venganza, con un Benito Peinado que justo estaba comenzando a madurar y a volver a encontrar el norte tras su época de despiste musical. Desde el escenario se declaró rendido admirador de “El trasero de Joan Collins”, aunque a gritos se declarase a sí mismo como Richard Channing, el personaje malote de la serie rival de la de Joan. Resultó tan divertido como todos los demás conciertos que a partir de ahí le comenzamos a ver con frecuencia acompañado por Jesús Arispont, Manolo Sutil, Antonio Moreno, Miguel Ángel Montero y la Lola.
El grupo estrella de la noche era Radio Futura, que volvían a la Cita. Cada vez más eléctrticos, su actuación estuvo llena de ritmo y vibraciones; estuvieron arrasadores. Este año no tenían ningún disco nuevo que promocionar, por lo que su set se basaba en los tres últimos, “La ley”, “De un país en llamas” y “Juan Perro”, todos muy conocidos por el personal asistente, que podía cantar bien con ellos todas las canciones y conectar perfectamente con la banda. Tampoco faltó mi favorita, “La estatua del jardín botánico”, ni “La negra flor”, que era el mejor rap que se podía escuchar en nuestro idioma por aquellos años, a pesar de la inmadurez de fondo y de forma de la que adolecía. Reestructurados tras un año y medio prácticamente alejados de los escenarios, ahora con Carlos Torero en la batería, Pedro Navarrete en los teclados y Javier Monforte en una de las guitarras, en la banda solo quedaban de los miembros originales los hermanos Auserón, pero no creo que nadie notase la diferencia.
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La noche siguiente también hubo doblete. Y fui porque quería ver a Nacha Pop, ya que Luz Casal, que era la estrella, nunca ha sido una cantante a la que yo le haya apreciado brillantez, ni que haya sido capaz de levantar en mí sentimientos de alguna clase; y eso a pesar de que la considero una artista trabajadora y digna… pero sus canciones, su voz, sus bonitas letras, se quedan ahí; y encima verla en directo es particularmente irritante, porque al contrario que aquella vez de jovencita en que estuvo en el Sánchez Pizjuán con Miguel Ríos y Leño, dando saltos y contagiando a la gente su alegría, ahora era una cantante estática y falta de chispa. La arropaban buenos músicos y no cantó mal, pero fue otra de esas actuaciones que me hizo sentir más entusiasmo por la cerveza de la barra que por la artista del escenario.
Antes dije que quería ver a Nacha Pop, aunque todos habíamos tenido la oportunidad de haberlos visto aquí mismo tres días antes, porque también estuvieron abriendo un mitin el mismo día que la Mondragón. Ésta vez era del PSOE, que cerraba aquí su campaña electoral; así que podíamos decir que Nacha Pop telonearon a Felipe González, Alfonso Guerra, o al alcalde Manuel del Valle, que volvía a presentar su candidatura. Y eso no hubiese sido lo peor de todo porque me podría haber ido para cuando comenzasen los políticos, pero es que para pillar buen sitio por allí debido a la aglomeración que se esperaba, hubiese tenido que estar desde mucho antes de que empezasen, con tiempo suficiente para ser martirizado por el Dúo Sacapuntas, Paco Gandía, los Cantores de Híspalis y la mismísima Massiel… vale, también cantaba el Camarón, pero los puntos en contra seguían siendo mayoría.
Esta noche, como la cosa no era gratis, sino que había que pagar 500 pesetas por la entrada, la asistencia fue menor… infinítamente menor; ni siquiera Luz Casal, que era una cantante muy popular, logró evitar que esta noche la organización se diese uno de los mayores batacazos económicos de la Cita de este año. Así que el concierto de Nacha Pop resultó casi intimista y de muy agradable recuerdo. Sus canciones de amor y desamor fluían duras, tiernas y melancólicas a la vez, conducidas por un Nacho convertido en el elemento expansivo del grupo, ya que Antonio seguía sin querer ejercer de líder, a pesar de que ése era su papel natural. Esta vez no estuvo tan introvertido como alguna de esas otras veces en que casi daba la sensación de desaparecer del escenario, pero su guitarra y su magnífica voz resultaron tan tímidas como él mismo parecía serlo. Como siempre, y aunque aquí estuviesen presentando nuevas canciones como la fantástica «Lucha de gigantes», la apoteósis fue “La chica de ayer”.
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Y para mi fue la apoteosis final de la Cita, porque a los dos últimos conciertos no asistí. Éstos fueron los de Lluis Llach el viernes 12 y el de los Hombres G el domingo, día 14 de junio, que echaron el cierre que, como os dije al principio, tenía que haber echado Miguel Ríos. Punto final… y la hora de los números.
El déficit, efectivamente sobrepasó los cien kilos, tal y como se esperaba. Y eso que por taquillajes se recuperaron treinta y siete millones y medio de pesetas, lo que era un 50% más de lo que se esperaba al principio; pero como los gastos tambíen habían subido de 140 a 155 millones, al final el balance negativo en contra resultó ser de más de 117 millones de pelas. Pero ya sabemos que el Ayuntamiento no contaba en realidad este dinero como pérdida, sino como inversión. Y aunque considerase que “a tenor de la experiencia acumulada, se habían producido menos errores”, los del grupo popular no estaban nada de acuerdo con ellos y seguían detectando los mismos fallos en la programación, organización y desarrollo de la Cita, porque aunque en las elecciones habidas durante ella lograron recortarle algunos concejales a los socialistas, estaba claro que iban a tener que tragarse las siguientes ediciones todavía desde la oposición… pero esa ya será una historia que tendrá lugar a partir de “la quinta vez que nos citamos en Sevilla”.