FLORES DE PIEDRA MARCHITAS
Hace unos días saltó a los titulares de los periódicos y revistas musicales la noticia de que los STONE ROSES planeaban volver a unirse este año, con motivo del vigésimo aniversario de la edición de su disco homónimo, el primero que sacaron, y que desde entonces es repetidamente citado entre los mejores de la historia del pop, teniendo ya el status de leyenda. De forma totalmente merecida, me permito agregar aquí yo.
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El nuevo pistoletazo de salida para la banda tendría lugar a mediados de abril, en el “Coachella Festival”, al que seguiría una gira de 21 conciertos en Gran Bretaña durante el verano, y a finales de año habría disco nuevo en el mercado.
Todo muy bonito… si hubiese sido cierto.
Cuando se separaron, la verdad es que no lo hicieron en términos muy amigables, y por eso se decía que Ian Brown, quien ejercía el papel de líder originalmente, estaba siendo muy reacio a esta reunión, entre otras cosas porque está ultimando la grabación de su nuevo disco en solitario, pero que terminó por firmar sobre la línea de puntos cegado por la cantidad de pasta que les ofrecían. Con los demás miembros no había problemas, porque todos estaban encantados con la vuelta…
¿Todos? John Squire dice que no coge una guitarra ya ni se sabe desde cuando. Su vida artística está concentrada actualmente en la pintura y tiene ya concertadas para este año tres grandes exposiciones en Inglaterra, Austria y Japón. Cambió la guitarra por los pinceles en vista de la mala acogida que tuvieron los dos discos que editó en solitario. Aquí parece que todo le va mucho mejor: “Disifruto demasiado con la pintura como para volver a la música”.
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Puedo sentir como la tierra comienza a moverse,
oigo mi aguja posarse en el surco
y comenzar la espiral a través de otro día.
Oigo mi canción comenzando a decir:
bésame donde el sol nunca brilla.
El pasado era tuyo, pero el futuro es mío…
El resultado de esto es que tanto el portavoz de John Squire, como posteriormente el de Ian Brown han denegado todos los rumores sobre la nueva reunión de la banda. Así que a pesar de la aparente lógica de su vuelta, tendremos que esperar futuros acontecimientos al igual que ocurrió ya con las de los Smiths, los Jam y los Talking Heads, todos remisos a comprometer su cimentado prestigio a cambio de grandes sumas de dinero.
Y no penséis que cuando hablamos de mucho dinero lo hacemos como frase hecha o tópico, ya que con el enorme crecimiento que ha tenido el negocio de los conciertos de rock desde que los Stone Roses se separaron oficialmente en 1.996, su vuelta a los escenarios significaría una cantidad de dinero superior a la que han hecho durante toda su carrera discográfica.
Y además habría que tener en cuenta también que un regreso daría al grupo la oportunidad de arreglar bastante el mal sabor de boca que dejó a todos el agrio final de su carrera. El batería, Reni, les dejó ya en 1.995, poco después de la edición del segundo disco, “Second coming”, y John Squire se fue al año siguiente abriendo el camino que les llevó a los demás al famoso desastre que resultó su participación en el Festival de Reading del ’96. Desde entonces no se hablan Ian y John, y las tensiones entre ellos perduran en la actualidad por lo que se desprende de las entrevistas que les he podido leer últimamente.
Pero hubo tiempos mejores. Justo hace veinte años todos nos perdimos entre la brillantez caleidoscópica de las guitarras que se derramaban sobre nuestros oídos desde “Waterfall”…
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Y en aquel tiempo nos vamos a situar, hace veinte años. Poco después de que todo comenzase casi como una tontería, con “Elephant stone”, el single de unos meses antes. Después fue floreciendo a base de conciertos, hasta que con la salida de su primer disco, “THE STONE ROSES”, la obsesión por la banda se convirtió casi en una religión.
En el programa de radio que yo hacía todas las tardes estuvo sonando constantemente desde que lo presenté; creo que aquellas canciones (las que estamos reviviendo ahora en este post) se convirtieron en parte de mi vida.
“Yo soy la resurrección y la vida”, cantaba Ian Brown, y muy bien podía ser cierto. Así terminaba el viaje de casi 50 minutos por esta “casa del placer”, por la que comenzábamos a internarnos suavemente al principio, como fundiéndonos con los latidos del bajo, a través de un corredor de armonías. Entonces, de pronto, entrábamos en el salón principal, vasto, panelado en madera de roble, con candelabros que colgaban del techo y algo deslumbrante, cegador, fuerte e intenso que nos arrastraba hasta el final, que nos atrapaba. Esta música era una droga y estábamos enganchados. “I wanna be adored” se contoneaba y se cimbreaba, segura de su propia grandeza. Ian rogaba una y otra vez “Quiero ser adorado”… las guitarras alcanzaban las nubes mientras Ian musitaba: “No tengo que vender mi alma / Él (el demonio) ya está en mí / quiero ser adorado…”. Esa era la primera canción. Ahí comenzaba todo.
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Después de tan alto drama “She bangs the drums” era puro relajamiento. Esta canción, junto con “Bybe bye badman” y “Sugar spun sister” formaban una trilogía de pop puro. Las tres seguían una línea desde los Beatles a los Smiths, que sirvió para enterrar a los primeros Primal Scream, que tuvieron que cambiar para no quedar archivados. Los Stone Roses eran la promesa hecha realidad, eran un paso adelante… el paso definitivo. Ellos desenterraban el pasado para crear el futuro.
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La columna vertebral de la música de los Stone Roses era el toque de guitarra de John Squire. Maravillosamente fluido, indudablemente psicodélico; mezclando elementos de Hendrix y de Johnny Marr. Y el resto de los componentes no le iba a la zaga, el bajista Mani Mounfield, el batería Reni Wren… Los Stone Roses no eran unos principiantes cuando grabaron este disco; Ian y John ya habían trabajado juntos desde los primeros ’80 en una banda punkie llamada The Patrol que prácticamente se dedicaba a copiar a los Clash; y desde 1.984 ya funcionaban todos en otro grupo, llamado English Rose como la canción de los Jam, que fue la encarnación previa de los Stone Roses.
No es extraño pues, que a la hora de grabar tuviesen las ideas tan claras sobre el control de calidad de su obra, y sabían exáctamente qué había y qué no había que meter en aquellas cintas. Sesenta días de grabación que produjeron una obra maestra.
Había en ella otro momento genial formado por una pareja de canciones que se complementaban. Comenzaba con el “Waterfall” que puse antes, cambiando desde los toques acústicos hasta el wah-wah, gelatina púrpura sobrante de los ’60; después giraba hacia el funk, sin sonar chapucera ni un solo segundo… y después se metamorfoseaba en “Don’t Stop”, que era, en esencia, la misma canción con letras más atrevidas, de hecho surgió de una escucha marcha atrás de la anterior. Era un trip. Palabras y frases medio oídas, medio ahogadas bajo olas de psicótica psicodelia…
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El corte central del disco era “This is the one”, una decadente y fluida obra maestra que, sin embargo, no estaba construída sobre la guitarra de John, sino sobre platillos golpeados, dulces capas de armonías y momentos de virtual silencio. Una pieza que se iba hinchando y corría más y más de prisa, muy en la linea de Nirvana. Fue con la que más tuvieron que currar en el estudio para conseguir la dinámica apropiada y que los cambios de velocidad se sucediesen de forma natural.
Era una canción extravagante y recargada, llena de amenazantes cañones que, por fin, te vuelan la cabeza.
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…y ya solo te quedaba resucitar. Con “I am the resurreccion” en un crescendo masivo terminaba este disco. Uno de los que forman parte de un escogido grupos de cuatro o cinco (Crimson, Patti, Roxy, Veneno…) que son las mejores primeras obras de una banda que he oído en toda mi vida de comprador de discos.
Una buena parte de la razón por la que el grupo llegó a ser tan grande fue por el carácter de los componentes, por la química que se estableció entre ellos: John era tranquilo e imaginativo, el carismático era Ian, Reni aportaba el descaro y la energía, y Mani era el colega leal dedicado a todos ellos. Su amistad y su forma de ser se reflejaba en su música. Pero aquello no duró, ya lo has visto. Y ya han pasado veinte años.
Si aquel momento te pilló joven y en otras cosas, desde entonces quizás hayas oído estas canciones. El paso del tiempo y las posteriores obras de la banda y sus componentes en solitario puede que las hayan diluído… pero espero que este texto te haya hecho comprender un poco por qué fueron tan grandes en su época.
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