Mientras escribía esto, Yinyerbeiquer ha hecho un magistral comentario en el post anterior… esta entrada solo es, pues, para complementarlo. Va por él, y por David, y por DonBonassi (las fotos son suyas, por cierto). Siempre recordaremos esta noche.
Había ganas de comenzar a disfrutar. Todavía no eran las siete y la gente comenzaba a hacer colas para entrar al estadio. Nosotros también; los bares quedaban algo lejos de la zona habilitada para el concierto y pensamos que estaríamos mejor en las barras que hubiese dentro. Pero la organización parecía decidida a impedirlo. Aunque Bobby y su troupe fueron escrupulosamente puntuales durante toda la noche, la organización jerezana fue algo chapucera. Más de una hora de retraso en abrir que la gente pasó en las colas divirtiéndose como podía… por ejemplo riéndose de la chica que pasaba una y otra vez sujetando un cartelito que decía “Necesito una entrada gratuita”. Las risitas se convirtieron en admiración la última vez que pasó llevando en la mano, en vez del cartel, una entrada para el concierto.
La espera también hizo que DonBonassi no tuviese problemas para encontranos. Ya estábamos los cuatro: él, David, Yinyerbeiquer y yo. Vamos pa dentro…
Pillamos un sitio excepcional. Primera fila de grada justo enfrente del centro del escenario, a pesar de que un señor que había por allí se empeñaba en decirnos que aquello estaba reservado para protocolo y que nos iban a echar… lo resolvió Yinyer con un “que te pires…!”. A ver quien tenía güevos de movernos de allí… y menos cuando el resto de la peña siguió el ejemplo y la improbable zona VIP se llenó en menos de un minuto.
Con los primeros mordiscos al bocata de jamón apareció el telonero… me vais a perdonar que no recuerde el nombre… un cantautor con dejes a lo Hilario-Camacho-pero-menos, que se pasó más tiempo despidiéndose del personal de la gira y alucinando con el sampler que tenía que cantando. Mira, eso que salimos ganando todos. Así tenían que ser todos los teloneros, cuatro canciones, sin hacerse notar demasiado, y dejando sitio al que todos estamos esperando… molestando lo menos posible.
El lugar era magnífico, el escenario en uno de los fondos del estadio, mirando hacia las gradas, con sitio en medio para que cupiesen de pie algunos miles de personas sobre las tapadas pistas de atletismo. Detrás del escenario el cuidado césped, y a la derecha, en medio del campo, la puerta que daba acceso al backstage, donde fue colocado un precioso monovolumen amarillo clarito a la espera de que saliese el Maestro. Todos los moscones con pase de privilegio, entre ellos uno que desde lejos tenía toda la pinta de ser el Bunbury, se dirigieron hacía allí con él animo de verle de cerca y hacerse una foto a la diestra de Dios Padre…
Los músicos comenzaron a aparecer. Todos vestidos con impecable traje gris claro y tocados con un sombrero a juego. Y todos preferían cubrir andando los escasos cincuenta metros que habría hasta el escenario con un agradable paseíto por el césped. Dylan aún no salía… y ya eran las 9 y media, la hora fijada para empezar. Así que todos los que podían verlo desde su sitio no perdían ojo del bonito monovolumen amarillo clarito. Mientras tanto, por el lado contrario del escenario se acercaba una furgona de carga que tenía tó la pinta de ser la del tío que traía el hielo pa los cubatas. Tras un par de maniobras de torpe acercamiento se abrieron sus puertas traseras, y en vez de descender de ella un currito cargado de sacos, apareció…. “Señoras y señoreeeees, con usteeeeeedes: Míster Bob Dyyyyyyyyylaaaaan!!!!”.
Mientras nos burlábamos de los “acreditados” que regresaban de la puerta del backstage con cara de “nos han tomado por gilis”, Bobby se colocó de pie al lado de su teclado, y a una señal suya se puso en marcha la bien engrasada maquinaria que es su banda. Aullidos de placer para dar la bienvenida al blues que compuso hace más de cuarenta años en honor de la chica que gustaba de ponerse sombreritos redondos de piel de leopardo. Buenos augurios, el concierto empezaba igual que el de Vigo, que había sido la mejor noche de la gira hasta ahora… esta prometía ser otra gloriosa noche, la banda sonaba compacta, poderosa y total, y la voz de Bob era clara y brillante. El sonido era excepcional.

La segunda canción era una preciosidad… “tío, ésta qué canción es?”, preguntaba Yinyer. “Ni idea… me suena a clásica pero no la identifico…”, contestaba yo. “Po tú no eras el especialista en canciones antiguas…?». “Güeno, tío, vale… a ver si vosotros sois tan listos adivinando las vuestras…”
Nos habíamos repartido el trabajo, porque sabíamos que nos iba a costar identificar las canciones tal como Dylan las interpreta ahora: yo tenía asignado el negociado de las canciones antiguas; DonBonassi tenía que identificar las del “Love & Theft”, el penultimo disco, que es su favorito, y Yinyer era el encargado de las canciones de su última obra, el “Modern times”. Para que pudiese hacerlo bien le había preparado un truco: al comenzar el viaje pusimos el CD en el coche para familiarizarnos más con su sonido, y a Yinyer le dí un papel con la lista de las diez canciones que lo componen y un rotulador; su misión consistía en ir anotando al lado de cada nombre de la canción las palabras del primer verso de la misma, siempre que éste fuese distinto del título… al lado de “Beyond the horizon” no hacía falta que anotase nada porque ésas son también las palabras con las que comienza el tema; y a al lado de «When the Deal Goes Down», por ejemplo, tenía que anotar “In the still of the night…”, y luego estar atento a la primera frase de cada canción durante el concierto.
Bob Dylan interpreta las canciones ahora llenándolas de luces y de sombras, recreándolas con una arquitectura completamente diferente a la que usó al construirlas originalmente. ¿Qué importa que no las conozcamos si nos las está brindando llenas de melodía y expresividad? La segunda canción resultó ser “If you see her, say hello”, la primera visita de Dylan a los ’70 esta noche. Tras la cual subió el tono con “Rollin’ and tumblin’”… “Vale, Yinyer, no hace falta que te esfuerces, que el rítmo pegadizo de ésta lo conocemos todos”.
Con la cuarta canción eché de menos a mi colega Ambrosio. Era “Tangled up in blue”, la que presta el título a la sección de este blog en la que él escribe sus disquisiciones. La intimidad, además, de la canción me sirvió para pensar que éste era el mejor momento de coger el móvil y llamar a una querida amiga que no pudo asistir y quería vivir unos segundos del concierto en la lejanía… iba a oír a Dylan colgado en el azul. Y como el destino es caprichoso, al levantar la tapa me encuentro un sms del que no había oído el aviso: “Voy camino Dylan / ¿tú hacia donde vas?” “Yo aquí en la Punta del Sabo / no paro de protestar / qué coño hago yo en Huelva / pudiendo estar allá”. Disfrutad. Besitos de colores a todos. Eso mismo digo yo, compañero… ¿qué coño haces en Huelva mientras Bob Dylan está cantando tu canción…?
La gente comenzó a dejarse llevar de forma definitiva con “The Levee’s gonna break”… “es esa, no Yinyer?” “Sí, si, siiiiií…” El viejo blues de Kansas Joe y Memphis Minnie que Led Zeppelin había adaptado a los tiempos antiguos sonaba genial ahora que Bobby lo había adaptado a los tiempos modernos. El dique se iba a romper de un momento a otro, incapaz de mantener controlada tanta pasión desbocada ante el escenario. El gran concierto que prometía ser éste se estaba convirtiendo en una noche espectacular.

Apurábamos el cubo de cerveza antes de que se calentara mientras Dylan cruzaba el “Mississippi”. “Qué bien suena con los nuevos arreglos”, se extasiaba DonBonassi. “John Brown” fue otra de las canciones que se nos pasó sin conocer. Unos versos sobre las miserias de la guerra que fue una de las primeras composiciones de Bob Dylan allá por 1.962, y que no vió la luz discográfica hasta varias décadas más tarde en su “Unplugged”. La siguiente tampoco la identificamos, Bobbby le coló un gol a DonBonassi con el boogie de “Honest with me”… dos seguidas sin pillarlas, esto es señal de que tenemos que refrescar la sesera con más birra.
Pero eso será después, porque ahora mismo acabo de oír a Dylan comenzar a cantar “If you’re traveling / in the north country fair…” y sobre el telón de fondo hay proyectadas unas manchas que me recuerdan las nieves del país del norte donde vivía la chica de la que Bob se acordaba en la oscuridad de sus noches y en la claridad de sus días.
Y mientras él sangra en el escenario tranquilizando a su madre, “It’s alright, ma”, nosotros lo hacemos ante las barras… “¡¡¡ que se os ha terminado la cerveza…!!!???, pero bueno… pero qué clase de organización es ésta…? Güeno venga, que estamos de buen rollito, pónme cuatro whiskies con seven-up y que sea lo que Dios quiera…”.
Yinyer nos muestra eufórico sus conocimientos del Dylan moderno… “Beyond the horizon” no tiene secretos para él. El truco del coche estaba dando sus frutos. Las luces bajitas; el concierto, ahora, intimista… bonito… Bobby entonando una canción country a rítmo de vals…
Y mientras Bobby nos dice que más allá del horizonte el cielo es azul, aquí se ennegrece del todo y se cierra la noche; el cuarto creciente no quiere perderse el viaje del Maestro por la autopista sesenta y uno.
Hasta este momento los toques de Dylan prácticamente pasaban desapercibidos hundidos bajo la brillantez de la música que elaboraba su banda, y cuando alguna nota de teclado asomaba era porque las sacaba del suyo Donnie Herron. Pero “Highway 61” es una de sus favoritas, es una de sus canciones fetiche, y tiene que conducirla él mismo. Ahora sí está su teclado en primer plano. Usted sí que sabe, Jefe…

Tras la tempestad, la calma de “Nettie Moore”… “es ésa, no, Yinyer…?” “Si, si, siiiií…”. “Qué ilusión le hace pillarlas, joé!”. ¿Habeis visto alguna vez como la atmósfera de todo un gran estadio puede volverse tan intimista como si estuviéseis en la mesa camilla de un pequeño club oyendo a una banda tocar casi exclusivamente para vosotros…? Pues no sabeis lo que os habeis perdido.
“Ésta es fácil”, decía DonBonassi casi con displicencia. “Suena prácticamente igual que en el disco”. Y “Summer days” se nos cuela entre los sentidos que aún no tenemos embotados.
Sabíamos que el set era de quince canciones, pero a éstas alturas ya todos habíamos perdido una cuenta que en realidad nadie estaba llevando. Así que cuando la banda dejó sus instrumentos para salir escaleras abajo tras la siguiente canción todos nos quedamos mirándonos con la sensación de que algo estaba fallando en el guión. “Siempre cierra con “Ain’t talkin’”, y pa mí que esa no era…”, “Sí era”, “No era”, “Sí era, lo que pasa es que este tío ya no respeta los arreglos ni de sus canciones más modernas”, “Po güeno, po será eso…”.
Pero no era eso. Dylan nos había ofrecido una irreconocible versión de “Masters of war” para terminar: “Vamos señores de la guerra, / vosotros que fabricais todos los cañones, / vosotros que planificais la muerte, / vosotros que fabricais grandes bombas, / vosotros que os escondeis en los despachos. / Solo quiero que sepais que puedo ver / a través de vuestras máscaras”. Sí… están los tiempos para volver a recordar esta canción. Con ella y con la otra anterior de “John Brown”, Dylan nos recordaba lo reivindicativo que una vez fue; canciones crudas, difíciles para un concierto como éste, y que sin duda nos hubiesen estremecido mucho más de haber sabido reconocerlas.
El sonido del trueno en la montaña avisa que la banda está preparada de nuevo. Grandioso bis. Y ahora llegó la hora que todos esperaban… aunque yo tenía el corazón partío. Quería gritar el “Like a rolling stone” para liberar toda la tensión que ya no iba a poder tener continuidad, pero por otra parte me emocionaba pensar que Dylan podía cerrar una noche gloriosa cantándome “Blogín’ in the wind”, como en otros de los conciertos de esta gira. ¿Cuál elegiría aquí…?
Las notas que acompañaban al director de orquesta mientras nos presentaba a sus maestros no dejaban lugar a dudas… íbamos a rodar como piedras redondas. Y a qué velocidad! Todos… todos sin excepción le estábamos diciendo a Dylan “Ok, Maestro, son tus canciones y puedes cantarlas como quieras, hacerlas irreconocibles incluso. Pero ésta no. Ésta es nuestra. Ésta es patrimonio de la humanidad y tú puedes empeñarte en cantarla como te dé la gana… pero nosotros la vamos a cantar como Dios manda…”
Y nueve mil gargantas gritaron a la vez “How does it feeeeeeeeel…” en la misma forma en que todos los conversos a su fe lo vienen haciendo durante más de cuatro décadas. La voz de Bob Dylan le daba una inflexión diferente a cada entonación del estribillo, pero solo era testimonial. El protagonista era el público, totalmente entregado. Y después se fue.

A nosotros se nos veía en el brillo de los ojos lo que nos había parecido el concierto, no hacía falta preguntar. Saliendo del estadio un conocido de DonBonassi decía con mala cara “sí, bueno… no ha estado mal, pero no ha cantado mister tambourin ni ná, solo el pó ró que le gusta a los jovenes…”. “Pero bueno… ¿en qué concierto ha estao este tío?”… en el bar de la esquina, con la última cerveza antes de la marcha, me encuentro a un periodista del “Diario de Cádiz” especialista en música, que me pregunta. “Sí, me ha encantao”, le digo. “Po a mí no”, me dice él, “es que ha sido demasiado blues, y a mí el blues…”. “Quillo pero si le ha dado a todos los palos… si ha estado genial”. “Que no, que no; que demasiado blues, y a mi el blues nunca me ha dado un pellizco (el pellizco te lo voy a dar yo, mamón; pero en los güevos), además, no ha cantado nada de lo antiguo…” “Que noooo? Pero si ha cantado ésta, y ésta y ésta otra…”, le digo mientras le enumero cinco o seis. Pero que más de la mitad del concierto hayan sido clásicos no sirve para sacarle de sus trece… “que no…”.
Así que la conclusión que sacamos estaba clara: ni se nos ocurriría volver a preguntarle a nadie más por el concierto. Al fin y al cabo… qué sabe nadie!