FIEBRE DEL MILENIO
A petición popular el post de hoy está en realidad sacado del guión de un programa con ese nombre que hacía en la radio. He respetado la locución en su integridad, y he dejado algunas de las múltiples canciones que sonaron en él. No aparecen, por supuesto, todas ellas (era un programa de tres horas), ni las que usaba de fondo mientras hablaba, y subía a modo de cortinilla entre un párrafo y otro; tampoco están las indicaciones de cuando y como meter párrafos, cuñas… Posiblemente el texto os parezca ahora algo desfasado y echeis de menos (o de más) algunos aspectos que han cambiado en la actualidad; pero tened en cuenta que tiene ya más de doce años.
Es muy largo… pensé en dividirlo en dos o tres posts; pero como en realidad el trabajo estaba ya casi hecho y no me ha costado demasiado esfuerzo, he preferido dejarlo tal cual. A lo mejor a tí sí que te convendría no leerlo todo de una vez… en grandes cantidades, las letras a veces embotan los sentidos y eso sería contraproducente. Ocurre lo mismo que con las drogas…
Hoy vamos a dedicar el programa a trazar una historia paralela de las drogas con respecto a la música, nada erudito, no creas, algo divertido (eso espero, al menos) y con sentido del humor, para quitar trascendencia al asunto. Nada de apologías ni de prohibiciones, simplemente un vistazo sobre lo que las drogas han significado en la historia del rock.
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La música y las drogas siempre han sido promiscuos compañeros de cama. ¿Cuantos de los grande LP’s existirían si sus creadores no hubiesen estado… colgados…en su momento?
«Símplemente dí ¡no!». Este era el lacónico lema de la puritana campaña de los últimos años. «Las drogas no son buenas para tí», dice ahora un reformado Eric Clapton. Las estrellas del rock de los ’60 y ’70, que tanto hicieron en sus brillantes carreras por popularizar y llenar de glamour el abuso de sustancias, nos hablan ahora (con un aburrido tono de predicador) de la alegría de visitar las que el querido Warren Zevon llama Casas de Desintoxicación, como la Clínica Betty Ford y otros establecimientos enormemente caros que el común de los drogotas nunca podrá pisar siquiera.
Sí, las drogas no son buenas para tí. ¿Pero donde estaría el rock sin ellas? Al igual que Ben Johnson y otros muchos deportistas se han relacionado con peculiares sustancias químicas para mejorar sus resultados, los músicos a través de los años han encontrado inspiración debajo de su nariz o en el fondo de una cápsula. Si las «drogas recreacionales» no se hubiesen inventado, la música rock, tal como la conocemos, podría no haber existido; probablemente. Quizás, no existiría el «Pet Sounds», ni el «She said, she said» y otras buenas melodías de los Beatles, ni Grateful Dead; ¿hubiese sido el mundo un sitio más feliz?. Jimi Hendrix aún podría estar entre nosotros, y Sid Vicious; pero el punk se hubiese interpretado de forma mucho más tranquila (y no hubiese sido punk después de todo) si «Voodoo Chile» no se hubiese escrito antes. Los «raves» no se hubiesen inventado, y los grupos indies que han creado… ¿como se dice?… «catedrales sónicas de trémula miasmática desesperación», sonarían que no habría quien los aguantara. Piénsalo, solo tendríamos a Julio Iglesias.
Y por eso hoy queremos hacerte una guía de las drogas con respecto al rock. Puedes oirlo. Puedes oscurecer la habitación, acostarte en el suelo e imaginarte que eres Syd Barret. Puedes grabarlo y luego cortar la cinta en pequeños cuadraditos y venderlos como pastillitas de ácido en el próximo rave de La Fábrica de Colores. Puedes escandalizarte y llamar o escribir a la emisora para quejarte. Pero recuerda siempre porqué Kinky Friedman, el llamado «Cowboy Judío», dejó la cocaina: él (eso decía) voló su nariz un día «y se le apareció Bob Marley». No, las drogas no son buenas para tí, así que no intentes eso en tu casa…
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HEROINA, caballo, smack, candy, pico, chute, Henry, scag, de todas esas formas lo conocen sus habituales. Un opiáceo hecho en China y otros paises igual de lejanos.
El método normal de ingestión es inyectándola. También se inhala o se fuma («cazar al dragón»).
Sus efectos son náuseas, estupor apacible, picores, deseos de escuchar a Jesus & Mary Chain, inhabilidad para sacar el disco de su funda, aburrimiento, sueño, muerte, etc.
Su historia musical… investigando en las dudosas biografías de legendarios artistas de blues y jazz como Charlie «Bird» Parker y Billie Holiday se descubre que todos ellos andaban siempre con «el mono». Eran geniales, y la genialidad igualaba al dolor, por eso ellos se «disparaban» en «galerías de tiro» o en cualquier otro sitio que pareciese conveniente. John Coltrane ¡qué pena!, Ray Charles estuvo 19 años enganchado (se fué a Las Vegas a dejar el hábito). Pero fué Lou Reed quién monotonamente nos relató como ponía un pico en su vena en «Heroin», y asombró a todo el mundo con el precio de rebajas que tenía su droga favorita en «Waiting for the man» («26 dólares en mi mano») quien atrajo sobre la droga la atención del público que oía música pop. Ya no hubo vuelta atrás. «Fué el mono el que me hizo seguir adelante» se quejaba John Lennon en «Cold Turkey». «Todos mis amigos están enganchados», decía Johnny Thunders en «Chinese Rock». Husker Dü rompieron a causa del «hábito» de algunos de sus miembros, y también los Only Ones… y no vamos a mencionar a Keith Richards… ni a Kurt Cobain.
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LSD, ácido, ácido lisérgico tartrato dietil-amida 25, formulado por el bioquímico suizo Albert Hoffman en 1.943 en los laboratorios farmacéuticos Sandoz, en Suiza.
Se engulle y se espera que ocurra lo mejor.
Bajo sus efectos uno se imagina que es un marciano con una antena en la nariz. Deseos de volar, aburrimiento, muerte, etc.
«Dios y el Amor son sólo uno. Al principio yo tomaba ácido para irme lejos, pero descubrí mi interior», decía Eric Burdon en 1.967. «Mi experiencia con Dios vino con el ácido. Es lo más importante que me ha pasado nunca», dijo Brian Wilson en 1.968. «Las paredes se doblaban y los colores cambiaban pero Davey decía que viajar era un ritual, no una rutina, y la gente que enloquecía en los viajes no sabía donde estaba. Si tu trip era bueno alcanzabas un punto en el que la luz blanca te golpeaba en un cegador flash de auto-realización».
La historia musical del LSD comienza en San Francisco, en 1.966. Timothy Leary y Dick Alpert y Gary Snyder y Jerry «Yippie» Rubin y Owsley Stanley decían a los jóvenes que el LSD (todavía legal) era realmente grande. Y los jovenes asentían y organizaban torbellinos psicodélicos en la parte de atrás de su furgoneta Volks-Wagen al igual que hacía Ken Kesey en su autobús.
El LSD era «místico» y la «Estrella Oscura» de Grateful Dead tenía sentido. Pero en realidad, lo que ocurre con el LSD es que la alfombra adquiere un divertido tono verde y confundes a tus amigos de trip con árboles ondulantes que intentan asfixiarte entre sus ramas; así que decides oir tu disco favorito de la Chocolate Watch Band para calmarte, pero cuando lo sacas de la funda se te convierte en un gusano… o en algo peor.
«Lucy in the sky with diamonds» no es una canción sobre LSD, como se decía. Pero todo ese periodo (allá por 1.967) estuvo, incluyendo a los Pink Floyd de Syd Barret, a los Grateful Dead con «Aoxomoxoa» y a otro millón de grupos de los que nunca nadie ha oído hablar, como los Bees de «Voices green and purple» («Voces verdes y púrpuras, escapan de los árboles, entran por las ventanas, suben por las paredes») inmerso en esta particular experiencia con la droga de una forma bastante ingenua. Y no vamos a mencionar a Arthur Lee, ni a Roky Erickson, ni a Julian Cope, ni a Bob Moseley de los Moby Grape, ni a Tiny Tim…
«Hagamos un viaje / ¡Sí! Hagamos un viaje / La música sonará a tope / Sí / No más frustraciones / Unas largas vacaciones de por vida / Hagamos un viaje / Me siento tan alto…»
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CANNABIS, haschís, draw, carga, mierda, chocolate, blow, pot, kiff. Inventado por la naturaleza.
El método de ingestión es mezclarlo en papel de fumar con un poco de tabaco, ponerle una boquilla y fumarlo. Esto es un porro, un «joint», y parece que sabe mejor si enrollas el canuto sobre una copia del «Astral weeks» de Van Morrison. También puedes usar un «chillum», una pipa árabe con un largo tubo para aspirar el humo, o hacerte una infusión de haschís o un pastel de haschís y sentirte extraordinariamente enfermo.
Efectos: uno piensa en la muerte, uno desea ser un junkie y tener un poco de heroína para poder morir, uno se extraña de porqué todos le miran con esa sonrisa, a uno le entra la risilla tonta sin que haya nada ni remotamente divertido, a uno de pronto le entran enormes deseos de escuchar un disco de Bob Dylan, de su etapa más mala (el «Slow train coming» quizás), o incluso el «Tea for the tillerman» de Cat Stevens, pero decide no hacerlo porque los amigos podrían burlarse de uno. Más efectos: Paranoia, hambre, nauseas, sueños aburridos, tos, etc. ¡Qué desastre!
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MARIHUANA, maría, hierba, ramita, arbusto. Se siembra y crece como cualquier otra planta, pero hay que hacerlo sin permiso.
Se ingiere metiéndola directamente a los pulmones, acompañada de grandes «spliff» y afectados «pff-pff» para demostrar a los amigos que uno no es novato en ésto.
Los efectos son, más o menos, los mismos que los del cannabis, excepto que el disco que quieres escuchar en cambio es uno de Toots & The Maytals.
La marihuana es la droga preferida de aquellos que aparentan alucinar con la música reggae; ya sabes, esos que llaman «ganja» a todo lo vegetal y creen que es «sagrado» (o algo así). En los años 70, las estrellas de reggae de Jamaica aparecieron en las portadas de sus discos blandiendo una enorme profusión de pavorosos bucles en las greñas que, astutamente, servían para disimular los monstruosos «petardos» que colgaban de sus labios. Los chicos blancos de los colegios europeos encontraron ésto enormemente atractivo. Posteriormente, las estrellas del reggae prácticamente todas murieron por disparos de gangsters relacionados con el tráfico de drogas, así que los ya no tan chicos blancos que habían estado en colegios europeos se pasaron a Phil Collins y Dire Straits.
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La historia musical es profusa, todos los músicos de jazz de los ’50 fumaban porros, también lo hizo Bob Dylan, que fue quién inició a los Beatles y los Rolling Stones (bueno, excepto a Charlie Watts); fumaba porros Joe Strummer, de los Clash; e incluso Eric, de los Bay City Rollers. El porro es, si quieres, la droga universal. Y si ingieres una cantidad lo suficientemente elevada, te puedes sentir lo bastante tranquilo como para que te gusten los músicos más… analgésicos. Por eso es por lo que James Taylor llegó a ser rico y famoso.
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AMPHETAMINAS.-
DRINAMYL. Corazones Púrpura, pastillas estimulantes muy populares entre los «mods» de los años ’60. Las tabletas eran triangulares, con las esquinas curvadas y un color entre azulón y púrpura; y fueron retiradas del mercado en 1.964 a causa de una histérica campaña de prensa. En el Sunday Mirror del 31 de Mayo se leía: «Comienzan experimentando con Corazones Púrpura y otras pastillas estimulantes, luego, a través de los porros de marihuana, progresan hasta la heroína y la cocaína, las dos drogas que casi siempre te llevan a la muerte antes de cumplir los 35 años».
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Los efectos del Drinamyl son un deseo de hablar incesantemente de la infancia de uno, o sobre uno mismo en general; un deseo de bailar incontrolablemente al ritmo del «My generation» de los Who; un deseo de colocar un banderín del Sevilla o del Betis en tu vespa; un deseo de renunciar para siempre a comer y en cambio convertirte en un asesino en serie; falta de sueño, espasmos, psicosis, muerte…
«Yo solía tomar corazones púrpura desde las doce hasta por la tarde», decía un joven en 1.964. «Ellos te hacían ir acelerado… cuando los efectos desaparecían, te volvías loco. Yo solía imaginar cosas, yo creía que había elefantes rosa intentando cazarme, y entonces me venía abajo y comenzaba a hablarle a los insectos. Y la verdad es que hacía el gilipollas… porque los insectos no me respondían».
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DEXEDRINA: Dexys: pastillas estimulantes muy populares entre los «mods» de los años ’60.
Efectos: Más o menos los mismos que los del drinamyl sólo que uno lo que quería era bailar incontrolablemente algún oscuro ritmo de ska.
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DUROPHET: Bombarderos Negros: cápsulas estimulantes (inventadas para tratar el alcoholismo y la obesidad, que no estuvieron disponibles mucho tiempo) muy populares entre los post-hippies de mediados de los años ’70.
Los efectos eran los mismos que los de las anteriores anfetas descritas, aunque ampliamente multiplicados; excepto que en cambio ahora querías bailar incontrolablemente con algo de David Bowie, o de los New York Dolls, o de Roxy Music, o de los Stooges…
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SULFATO DE ANFETAMINA: Speed. Una droga sintética en forma de polvos. Se injiere vía nasal o (totalmente descompuesta) se inyecta.
Los mismos defectos descritos antes, solo que ahora bailarías el pogo con Johnny Moped o los Pistols; pero aunque te cueste la vida, no eres capaz de decidirte por ninguno de las dos.
«Sí todo el mundo tomara anfetaminas todo el tiempo», escribió Lester Bangs en 1.976, «todo el mundo comprendería a los demás. En vez de eso nunca escuchan o se pelean con otro hijo de puta porque están demasiado ocupados gastando tres días dibujando líneas psicodélicas sobre un pedazo de papel hasta que está totalmente negro, escribiendo cartas de 80 páginas llenas de ocurrencias insignificantes a sus madres, o creando el «Metal Machine Music».
La historia musical de las anfetaminas no es mala, porque es un «hecho bien conocido» que la fuerza conductora detrás de todas los mejores temas de Elvis, Jerry Lee Lewis, Jackie Wilson, Little Richard, Pete Townshend, los Small Faces, Johnny Moped y los Sex Pistols fue el speed. No hay nada más que decir.
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BARBITURICOS.-
MANDRAX: Mandies, tranquilizantes. Pastillas depresivas que se vendían con receta en Europa. Populares en los años 70, aunque no estuvieron mucho tiempo disponibles; que hacían que la gente rayara sus discos del «Meddle» de Pink Floyd antes de caerse al suelo.
QUAALUDE: Pastillas depresivas que se vendían con receta en Estados Unidos. Populares en los años ’70, aunque no estuvieron mucho tiempo disponibles; que hacían que la gente rayara sus discos del «Late for the Sky» de Jackson Browne antes de caerse al suelo.
TUINOL: Tuneys. Cápsulas sedantes que se vendían con receta en Europa. Populares en los años ’70; que hacían que la gente se cayera al suelo antes de tener la oportunidad de rayar sus discos del «Living in the USA» de los MC5.
La historia musical de los barbitúricos es perfectamente olvidable.
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COCAINA. Coca, Charlie, nieve, blanca, farlopa, «la caspa del diablo», «el viejo polvo peruano». Estimulante inventado por la naturaleza.
Esnifarla es la foma más popular de ingestión, pero se han intentado otras muchas maneras.
Los que la usan piensan que son enormemente brillantes e ingeniosos durante algunos segundos. Añadida al «Hotel California» de los Eagles se desarrolla un «agujero extra» en la nariz y uno se vuelve loco… o se muere…
J. J. Cale, Eric Clapton y David Bowie han predicado en sus canciones las excelencias de esta «maravillosa» droga, pero ahora piensan que no es del todo buena. David Bowie, Lowell George, John Phillips, Jimmy Page y Gregg Allman son algunos que han creado música de poca calidad bajo sus efectos… eso tendría que ser ilegal.
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MESCALINA. Otro regalo vegetal que la madre naturaleza nos regala en el peyote. Solo hay que secar el cactus de donde procede y prepararte para que cuando tu espíritu se libere con ella suceda lo que Dios quiera… o lo que quiera Manitú.
Los que la usan alucinan por un tubo, flotan, se ponen de los nervios, ven a sus antepasados, que se les aparecen para contarles historias ancestrales que ellos convierten en canciones que no entiende nadie más.
Con ella han «hecho el indio» Syd Barret, Allen Gingsberg, Jim Morrison, Carlos Santana, Arthur Lee…
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MAGIC MUSHROOMS. Los hongos mágicos, las nubes mágicas. Drogas inventadas por la madre naturaleza para gente que le gusta oir a Can, y a Gong, y a Faust, y ponerse teteras por sombrero.
Se muerde, o se ingiere en forma de humo, o se echa en agua caliente y se prepara un extraño té con ellas, alrededor de un tronco ardiendo mientras se escucha a Can, o a Gong, o a Faust.
Los efectos de los hongos mágicos son alucinaciones (uno ve sus propios órganos internos y cosas así), nauseas, risilla tonta, trances catatónicos, bailes espantosos, charlas ininteligibles. En su libro de 1.978 «Manas Manna», el pintor hippy Bob Venosa describe una experiencia con los hongos que tuvo una vez: «Mi visión llegó a ser total. Vi el sol, el agua, el aire y la tierra fusionándose contínuamente y separándose en mandalas de formas que se mezclaban con el paisaje, conmigo mismo… Ví al sol dando a luz a los planetas, los planetas dando a luz a la humanidad, y a la humanidad como un receptáculo en el que se almacenaba el flujo sobrante de una fuente sin fin de amor y expresión vaciada sobre el infinito…» Ejem… los hongos no parecen una idea muy buena.
Su historia musical pasa por Can, Gong y Faust.
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NITRATO DE AMYLO. Amys. Poppers. Líquido estimulante del corazón, envasado en ampollas de cristal, que se inhala.
Consiste en nitrito de tri-metilbutanol, (CH3)2CHCH2CH2OH y 2metilbutanol, (CH3CH2CH(CH3)CH2OH, con otros nitritos de series homólogas, mezcla de isómeros conteniendo no menos del 97% y no más del 100% de C5H11NO2, principalmente nitrito isoamylo… ¿está claro?… uno debe saber lo que se pone debajo de la nariz.
Efectos: la cara se te pone púrpura, quieres hacer cabriolas al ritmo de los Village People y te entran ganas de follar con gente de tu propio sexo.
La historia musical de los poppers no es muy fecunda: fans creciditos de Abba y Village People y gente así.
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EXTASIS. E. Cápsulas o tabletas con nombres invariablemente tontos que me niego a reproducir. La generación «rave» las ha elegido en sustitución de los cubatas. Es una droga un poco cajón de sastre por lo que nadie sabe realmente qué está tomando cuando se mete un «extasis» (o se «cuelgan en uno», como se decía en el lenguaje original acid house). Ha habido pastillas conteniendo combinaciones de barbitúricos, heroína, LSD, anfetaminas, polvo de ladrillo, polvos de talco infantiles de Johnson & Johnson e, incluso en ocasiones, de MDMA (la combinación química que originalmente se llamó Extasis).
Preguntado recientemente Keith Richards: “En el 88 te preguntamos si habías probado el éxtasis y dijiste que no. ¿Lo has reconsiderado desde entonces?»
“No, cualquier cosa que se llame de ese modo tiene que ser un rollo. Y de todas formas, conozco los ingredientes y los he tomado todos. Probablemente yo lo inventé antes de que empezaran a conocerlo.»
Sus usuarios suelen sentirse inseguros y desarrollan un curioso hormigueo en los pantalones y una poderosa urgencia de: a) acariciar a extraños, b) sonreir como una persona poco dotada intelectualmente y c) bailar torpemente durante un mínimo de ocho horas.
Su historia musical comienza con el acid house, y sigue con el house de 125 rpm y la magnífica percusión de Bez, de los Happy Mondays. Como los manufacturadores de extasis introducen en la droga anfetaminas cada vez más y más baratas, la banda sonora de la «experiencia» es más rápida cada vez. De ahí el techno. El éxtasis es conocido por su bajo control de calidad musical, por eso sus usuarios durante largos periodos son muy conocidos por bailar hasta con las alarmas anti-robo de los coches.
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DROGAS PARA POBRES.-
PIELES DE PLATANOS. Gente de pensamiento hippie que no tenía dinero para un porro (o no sabían donde conseguirlo) durante los años ’60, se convencieron a sí mismos que fumarse la piel de un plátano podía tener los efectos deseados… Alguien les comió el coco.
ASPIRINAS EN COCA-COLA. Gente de pensamiento mod que no tenía dinero para estimulantes se convencieron a sí mismos que diluir un par de pastillas para el dolor de cabeza en el brebaje internacionalmente conocido podía tener los efectos deseados… Mala suerte.
DODOS. Gente de pensamiento punk que no tenía dinero para estimulantes buscaron químicos y farmacéuticos de pocos escrúpulos que les proporcionaran por la trastienda píldoras contra el asma. Una vez que habían tomado demasiadas, su corazón latía mucho más rápido, comenzaban a sudar a chorro y se ponían muy enfermos. Si tenían suerte podían salir del paso sólo con un resfriado crónico.
Aunque Donovan cantó sobre plátanos («Plátano eléctrico, esta va a ser la fase inmediata») en «Mellow Yellow», no hay evidencias de que ninguna otra música pop digna de consideración haya sido creada en aspirinas o dodos.
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En las drogas para pobres nos ha faltado oler pegamento, pero, ni esto es un estudio serio, ni tenemos tiempo para reflejar todo lo que una mente humana puede maquinar para ponerse a tono.
Habrás echado en falta el crack. Eso ni siquiera se puede tomar a broma; y nos falta aún algo de perspectiva sobre él.
Hay más cosas, por supuesto. Leemos “Miedo y asco en Las Vegas”.
Teníamos dos bolsas de hierba, 75 pastillas de mescalina, 5 hojas de àcido de gota de gran potencia, un salero mediado de cocaína, y toda una galaxia de pastillas multicolores para subir, para bajar, para chillar, para reir… y además un cuarto de tequila, un cuarto de ron, una caja de cervezas, una pinta de éter puro y dos docenas de amilos.
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Además está la codeína, presente en todos los preparados para la tos. El stramonio, del que Antoñito Smash se jactaba de ser el único músico sevillano que lo había probado (aunque posiblemente Marcos Mantero la haya recetado alguna que otra vez en su consulta homeopática).
Y la madre de todas las drogas: el adrenocromo… Volvemos a “Miedo y asco en Las Vegas”.
“Echa un vistazo a esa botellita marrón que hay en mi estuche de afeitar.”
“¿Qué es?”
“Adrenocromo, no necesitas mucho, basta una pizca; a su lado la mescalina parece pura gaseosa. Si te pasas tomando te vuelves completamente loco.”
“¡Dios mío! ¿A qué especie de monstruo te echaste esta vez de cliente? Esta sustancia sólo tiene una fuente posible… las glándulas adrenalínicas de un ser humano vivo. Si se lo sacas a un cadaver no sirve.”
Empecé a sentir los efectos de aquello. La primera oleada fué una combinación de mescalina y methedrina. Una pizca de esa mierda te convertirá en una especie de monstruo de enciclopedia médica. Te estallaría la cabeza como una sandía, quizás engordases 40 kilos en dos horas… y te saliesen garras y verrugas sanguinolentas, y te dieses cuenta de pronto de que tenías seis inmensas tetas peludas en la espalda.
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Y hasta aquí ha llegado nuestra guía de las drogas con relación al mundo del rock. Si te ha parecido que esto era una apología haya tú con tu (mala) conciencia, sólo hemos pretendido divertirnos un rato; y si te hemos hecho descubrir o aprender algo nuevo, eso que hemos ganado. De todas formas ten en cuenta que yo sólo hablo de oídas, mi relación práctica con las drogas es más que limitada.
Si hemos conseguido «engancharte» (al programa me refiero, por supuesto) no dudes en volver a sintonizarlo la próxima vez.
Me despido hasta entonces. See you later… Adiós.